domingo, 9 de enero de 2011

El Orgasmo Tranquilo, de David P. Zarain

El Orgasmo Tranquilo: XXII:

XXII

Al atardecer, a las ocho, en aquella terraza
la luz de la oración golpeaba tu rostro.
Luz sobre luz derramada mientras la tarde cae.

Tú, azul púrpura
sobre el cielo de esta estancia agitando el ocaso, crepúsculo
de todas las sinergias, tacto, energía, tensión no resuelta.
En los cuerpos hay una luz de gravedad,
en los cuerpos hay una crimen secreto que gime por revivir,
una moneda que no paga rescate. Hay una luz etérea
que sostiene el vínculo magnetismo de todas las
gravedades y falanges. Hay un duelo donde el silencio de
los que hieren. Hay un crimen que resuena flor de
palabras agitadas. Hay una oración con tu nombre
en aquella terraza donde la luz se vertía sobre los
rostros diseminando las cabezas.

El fuego de mi poniente se diluía inmerso en tu respiración.

Tú, retirada
en un hogar estanco, convulso, humano,
cuando las cosas dejan de ser las cosas para ser la
nada, el espacio inhabitado por la masa informe, materia de
todo caos la palabra me arrodilla y sostiene el luto de la
ausencia que es imposible entender.

Acaso alguien en algún lugar, acaso alguien grita, acaso atisba
una salida al callejón en algún lugar acaso alguien fluye magnético
se funde con el iris pupila de todas las conciencias, acaso alguien
escucha estas palabras que no tienen retorno ni salida. Alguien
acaso en algún lugar.

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