La poesía no se vende, según editoriales: Kyra Galván / Elena Poniatowska
La escritora y traductora Kyra Galván en una imagen proporcionada por Elena Poniatowska
Ediciones Sin Nombre lanza el libro de poesía Speculum caelestum. Espejo celestial, de Kyra Galván, que habla de su amor por el cielo que estudian los astrónomos. Kyra les lleva años luz de delantera porque discurre en unas cuantas líneas acerca de la paradoja de Shroedinger, el Big Bang, el sistema solar, los planetas, la filosofía celeste, el caos, Marte, Venus, Saturno, Neptuno, Plutón, la vía Láctea, las manchas solares, los pulsares, y resuelve problemas que los científicos llevan años luz intentando desentrañar. Kyra no se rompe la cabeza, al contrario, descubre que Tritón es una luna de piedra y que Saturno flotaría en una alberca si existiera una de tal tamaño. Recorre el cielo con su pluma en la mano y todos los planetas la reciben; Júpiter, comandante de la legión planetaria, le abre la puerta y nos informa que Acuario
es un signo de aire / de entelequias sin forma, ni compromiso.
La poesía de Kyra Galván me hace muy feliz porque mi madre me enseñó a amar la Luna y Kyra nos dice a ambas:
Una huella quedó impresa en tu superficie. / La huella de una bota / con rayas horizontales en la suela. / Ten cuidado. / Corresponde al depredador más feroz / de todo el universo.
A Guillermo Haro, astrónomo, le inquietaba que los escritores adjetivaran a los planetas. Para él, la Tierra no era buena ni mala, la estrella no era fugaz, el cielo
infinito, pero a Kyra Galván nada la detiene, ni los chorros de estrellas, ni las galaxias, ni todo el sistema planetario. A Guillermo Haro le habría gustado el poema
Retribución tardía, porque dice:
Más de tres cien, / en años terrestres, / tardó la Iglesia / en reconocer el daño que le infligió / a Galileo Galilei, ilustre matemático, al encerrarlo por afirmar / que la Tierra no era el centro del Universo / y que las Sagradas Escrituras / no siempre decían la verdad.
Leí el libro con verdadero deleite, amé a Polonia y a Copérnico, y le puse una estrellita de oro al poema
Para los lectores de la Biblia.
Ciertamente no somos, /ni fuimos nunca, / el primer objetivo de la Creación. / Ocupamos el último lugar / de innumerables especies, de infinitas formas y tamaños,/ que aparecieron antes que nosotros.
La poesía de Kyra me llenó de sonrisas y, por alguna extraña razón, me hice la imagen de una mujer muy jacarandosa, veracruzana, adicta al danzón. ¿De dónde saqué semejantes especulaciones? Quién sabe, porque resulta que Kyra Galván es una señora muy propia, de piernas bonitas y pies dentro de preciosos zapatos de tacón y bolsa de mano ídem, que conduce un coche azul también precioso y me mira sorprendida porque creí haberla conocido en el café de la Parroquia de Veracruz.
No, no, nada que ver.
Autora de prosa y de poesía, Kyra Galván (¡qué bonito nombre!) lanza de vez en cuando su poesía como una legión planetaria, rápida e iluminadora, y me cuenta que es muy difícil publicar ese género. También domina la prosa, y en el año 2000 puso en circulación un bestseller nacional: Los indecibles pecados de sor Juana, en una edición Debolsillo que interroga al lector:
¿Qué ocultan los diarios de una monja del siglo XVII?, y la novela Corazón de plata, situada en Tax-co, que internacionalizó William Spratling, extraordinario promotor del arte de la plata y gran amigo de Diego Rivera, a quien ayudó el talento de otro artista cercano a los artesanos de la joyería: Fred Davis.
Nunca imaginé que Kyra Galván fuera sobrina de Blanca Haro, a quien admiré y quise hasta la hora de su muerte. Además, creía que Kyra sólo hacía poesía, pero resulta que también escribe prosa. “Es muy difícil el mercado de la poesía, porque las grandes editoriales no la publican, sólo las editoriales independientes y con muchos trabajos.
“Nadie compra poesía. Publiqué en Ediciones Sin Nombre, de Chema Espinasa, gran promotor y poeta él mismo; ahora hay muchas editoriales nuevas, casi artesanales… Mi primer libro fue prácticamente una edición de autor y salió en una editorial que ya no existe, Ediciones Contraste, en 1982, y se llamó Un pequeño moretón en la piel de nadie. En el segundo, Alabanza, escribo poesía amorosa, cuyo título viene de un poema de Vittoria Colonna. Aunque las universidades son una alternativa para publicar poesía, a veces tampoco ellas tienen recursos. El tercero lo publicó la Universidad Nacional Autónoma de México en una serie muy bonita, El ala del tigre, que dirigió Vicente Quirarte: Nezahualcóyotl recorre las islas. Yo empecé a escribir en la preparatoria. Recuerdo mucho a mi tía Blanca Haro, porque ella me llevó al taller de Juan Bañuelos en la Torre de Rectoría. En 1973 encontré a muchos chavos de mi edad que formaron un grupo, Los Infrarrealistas, en el que estuvo el chileno Roberto Bolaño. Yo tenía 16, él tendría 19 años. Él fue quien concibió el grupo y nos llamó Los Infrarrealistas. Hicimos una revista, Sarazo, de la que sólo salió un número. Yo aprendí muchas cosas de Bolaño y de Mario Santiago. Enfants terribles, adelantados a su época, muy rebeldes; su influencia fue grande. También aprendí de feminismo, porque Mario Santiago me regalaba libros de Erika Jong, Nancy Friday y Sheyla Robotham, y me hice feminista.
“Tuvimos un taller en casa de mi tía Blanca en el que conocí a escritores y poetas casi todos underground, Darío Galicia, los hermanos Méndez –que eran de Morelia–, José de Jesús Sampedro, poetas cuya fama no se compara con la que llegó a tener Roberto Bolaño. Ir a España le dio más proyección de la que hubiera tenido en México, porque el mercado de literatura allá es mucho mayor. España nos trae sus éxitos; la literatura mexicana no se exporta y menos la poesía, aunque tenemos grandes poetas: Pellicer, Paz, Rosario Castellanos. En los tiempos de Castellanos y de Sabines, varias editoriales publicaban su poesía: Joaquín Mortíz, el Fondo de Cultura Económica, ahora la posibilidad es casi nula. Las editoriales se guían por la cuestión comercial. Si tu libro es rechazado por el departamento de mercadotecnia, no se publica, aunque sea muy bueno. Esta situación entristece a muchos jóvenes.
Yo he tenido mucha suerte. Empecé a ser conocida a mediados de los años 70, y el reconocimiento vino cuando gané el Premio Nacional de Poesía Joven Elías Nandino, en 1980. Aparecí en muchas antologías. Obviamente me gustan escritores de generaciones anteriores; Castellanos, Zepeda, Sabines, Labastida, Thelma Nava, Enriqueta Ochoa, Elba Macías. De mi generación, hay muy buenas poetas como Verónica Volkov, Ethel Krauze y otras más jóvenes que yo, como Carmen Nozal, resultan brillantes: Julia Piastro, Zel Cabrera, Nicté Toxqui, Violeta Orozco.
–Toxqui es un apellido de Tonantzintla, Puebla. Allá conocí a varios Toxqui…
“Nicté Toxqui es muy buena poeta. Comentaba con una de ellas que ahorita hay un resurgimiento en la poesía de mujeres porque tienen mucho más qué decir que los varones que se han quedado atrás. Por fin las mujeres hablan de la violencia en contra suya, de que no quieren tener hijos sino hacer su vida más llena sin depender de una pareja. En cambio, los hombres tienen un solo discurso, el del amor romántico del que ya nadie escribe. Las mujeres denuncian el trajín de su vida diaria y lo difícil que es ser mujer y lo hacen sin el menor pudor. Rosario Castellanos siguió a Sor Juana en un feminismo muy declarado.
Como las editoriales independientes no tienen fondos para la poesía, sentí que era más fácil escribir novelas. Sólo se publica poesía a través de una universidad o una coedición; ninguna editorial se lanza. Como mujer es doblemente complejo, porque hay un acuerdo entre hombres que se apoyan e invisibilizan a las mujeres. El antifeminismo se ha recrudecido en México. Viví en Japón y en Inglaterra durante muchos años porque mi marido trabajaba en un banco y nunca me sentí excluida.
Traductora de Dylan Thomas y Ana Ajmátova, la poeta y novelista Kyra Galván da en el blanco con su libro de poesía más recietne, Espejo celestial, en el que nos informa que Sirio sólo nos queda a ocho años luz de distancia, y eso nos abre muchas posibilidades.
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