lunes, 2 de marzo de 2009

Teína

Teína
palabras de Rafael Reig, las encontre en Teína, inteligencia hecha a mano. Un placer el texto y un placer la revista en la que esta editado.

....Nos quejamos de lo que no tiene arreglo: el tiempo, por lo general. Denunciamos cuando se pueden exigir responsabilidades, cuando tiene solución. Nos quejamos de la lluvia, pero denunciamos la falta de recogida de pluviales que provoca inundaciones. Si nos quejamos, en lugar de denunciar, estamos afirmando que no tiene arreglo. El mercado literario es así: es su naturaleza. Como la lluvia. Podemos quejarnos, pero ¿para qué denunciar? Basta con buscar resguardo, para no mojarnos, y seguir quejándonos con los pies secos.

El (muy paciente o resignado) lector que me haya seguido hasta aquí sentirá ya (o hace mucho rato) la tentación de tirarme una piedra a la cabeza. Se preguntará, imagino: pero este tío ¿qué se ha creído? ¿El guerrero del antifaz? ¿Un justiciero del Oeste? ¿Los Incorruptibles de Eliot Ness contra Al Capone y la mafia literaria? ¿Juan Sin Miedo? ¿Un héroe de la Resistencia con boina y las solapas de la gabardina subidas? ¿Ahora va a venir este individuo como un kamikaze de opereta a salvar la literatura, a despertarla del marasmo en el que se halla sumida y a abrirnos a todos los ojos? ¡Pues menuda pedrada tiene!

Si alguna vez me hubiera propuesto algo parecido, merecería que me descalabraran.

Contestaré primero a esta pregunta: ¿qué se ha creído este tío? ¿Es el único valiente entre tantos que callan por miedo o interés?

En primer lugar: no, no soy ni mucho menos el único. Y además, no hay ninguna valentía, porque escribo desde una posición muy protegida: la del bufón. Lo que diga uno como yo puede ser neutralizado en seguida: sólo busca darse a conocer, promocionarse, hacerse el enfant terrible (¡a su edad! ¡Qué patético!). Y, a fin de cuentas, la envidia y el resentimiento hablan por su boca. Asunto concluido.

En segundo lugar: estoy diciendo lo que me gustaría hacer, no afirmo que lo haya hecho. Como mucho, algún tímido intento. Cuando hablo de los novelistas, me incluyo. Entre mis buenos propósitos (y poco más que eso) incluyo también aquel que enunciaba Cervantes: hay que escribir como si uno fuera libre. Sabemos que no lo somos, pero hagamos como si lo fuéramos. ¿Para qué? Porque creo que, al que tiene el poder, hay que forzarle a que lo ejerza. Si tenemos que obedecer, que sea a la fuerza, no por nuestra propia voluntad. La servidumbre voluntaria (eso que llaman autocensura) es, a mi modo de ver, la esclavitud más profunda y la más sutil estrategia de dominación: acabamos haciendo lo que quieren (lo que está previsto) sin que nadie nos obligue.....

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